domingo, 18 de marzo de 2007

Las manos de Perón (futurología peronista)

1.
Octubre del año 2010. Stefanelli está nervioso esperando que llame el celular. Aparecieron las manos del General. No sabe bien cómo, lo llamó Morresi y le dijo que a esa hora estuviera ahí, al parecer había quilombo y había que estar alerta. Pasó por Garbarino y por televisión se veían los dos ataúdes del tamaño de una mano llevados con fervor por una multitud en Plaza de Mayo. Los dos féretros eran iguales, ovalados, con una manija de plata a cada costado, demasiado pequeños para todas las manos que trataban de llevarlo. La plaza estaba colmada. Algo malo podía suceder.

- Ahora, Stefanelli -dijo una voz seca en el celular. Stefanelli enfiló hacia Diagonal Norte con paso apurado y la mano apretada en su bolsillo derecho. Cada vez se hacía más dificultoso avanzar. A la entrada de la plaza había dos pantallas gigantes que se aprestaban a mostrar todo el cortejo fúnebre hasta la Quinta de San Vicente. Los cabecillas se disputaban por agarrar las manijas, y preocupados por mantener siempre la mano izquierda del lado izquierdo y la mano derecha del lado derecho, lo cual no era sencillo ya que ambos ataudes eran iguales. Entre el gentío, la figura poco esbelta de Stefanelli se perdía como aguja en un pajar. Cuando más avanzaba veía que las caras iban cambiando y el clima cada vez era más denso. No fué él quien disparó el primer tiro.
Y de repente, el caos. La multitud se transformó en un enjambre de torsos enardecidos, de golpes de puños cerrados, de tiros y sangre y cuerpos pisados. Stefanelli notó que habia perdido el revolver en medio del lío y trató de salir del epicentro de la disputa. Y como una bendición del destino, encontró uno de los pequeños ataúdes en el suelo entre piernas. Lo agarró, lo puso bajo su camisa y atinó a correr aferrando su otra mano al teléfono celular.

- Morresi, la tengo, voy para allá. El pulso de Stefanelli estaba acelerado como pocas veces. Al pasar de nuevo por Garbarino veía ya las noticias en Crónica que ya hablaban de varios muertos y de al menos una persona que había perdido sus manos. Pero no le importaba mucho. Tal vez ese sería su gran dia de una vez por todas. Corrió hasta llegar a un Renault 18 que esperaba en la avenida Alem. Detrás del vidrio polarizado adivinaba la figura de Morresi. En pocos minutos ya estaban en la autopista rumbo al oeste. Las pulsasiones de Stefanelli no habían bajado.

2.
- Stefanelli -dijo Morresi con su voz ronca- vos sos boludo? Mientras, señalaba el ataud abierto. Dentro, se veía una mano ensangrientada, cortada bruscamente, en descomposición. Qué pasa?- dijo Stefanelli. -Que la mano del General son huesos, tienen más de treinta años, esta mano es cuanto mucho de ayer! No ves que tiene sangre? La puta que te parió, no servis para nada Stefanelli! Gordo boludo!
Stefanelli no lo podía creer. De su frente cayó una gota de transpiración. El simplemente vio un ataúd del tamaño de una mano y lo trajo. El celular de Morresi sonó. - La izquierda tiene la dos manos Morresi- le dijo una voz seca del otro lado. -Me entiende Morresi? La izquierda las tiene a las dos y nosotros ninguna. Vaya para San Vicente cuanto antes, hay que recuperarlas y llevarlas nosotros al Mausoleo.

La disputa recién había comenzado. Las manos sagradas del General en manos de la izquierda. Morresi no lo podía creer. Toda una vida entregada a Perón para ésto. Por su cabeza pasaron momentos de consagración, una vida tan peronista. Pero no podía dejarse ganar, desde chico le habían enseñado algo que había dicho el General una vez, algo así como que no había que dejarse vencer, o algo como que nada se ha terminado hasta que se ha terminado, aunque Morresi sospechaba que eso lo había dicho Rocky Balboa. De todas formas estaba tranquilo que el mensaje había llegado. Y estaba dispuesto a dar lo último por recuperar las manos del General. Tal vez no contaba con muchos recursos, Stefanelli tenía pocas neuronas, pero era fiel, eso, era fiel, había que buscar el lado positivo a las cosas.
En un arranque de énfasis, que se notó más que nada en un movimiento ondulatorio de panza, se sacó los anteojos negros y dijo a Stefanelli: -Compañero, vamos a dar pelea, esos putos no nos pueden ganar. Viva Perón carajo!
Los ojos de Stefanelli brillaron como los de un perro al que se da una caricia. Viva Perón carajo! -gritó Stefanelli con voz gutural. - Que vivan las manos de Perón! acotó por último, con una incipiente emoción que recuperaba su espíritu de lucha.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

pirucho-
el único que faltó en todo esta historia es "Madonna". O estaba por ahí oculto?

Mike dijo...

Son graciosas las manos de perón.

Hola, simbolismo?

Mucho pedir, ja.