sábado, 22 de marzo de 2008

Futurología peronista 3 (2010 Odisea del primer trabajador)

Y como un Perón dorado luminoso de estatuilla estilo Oscar apareció el premio tan preciado para la comunidad trabajadora encerrado en una cajita de cristal giratoria y puesto en un mastil en el centro de la Plaza de Mayo. La estatuilla relucía al reflejo del sol en un día netamente peronista. La plaza se iba llenando. La idea de recuperar la cultura del trabajo parecía estar dando frutos, y numerosos asalariados estaban en la plaza esperando recibir el galardón al primer trabajador. Todos soñaban con tener la estatuilla dorada en su mesa de luz. Incluso los sindicalistas y los camioneros, que habían viajado cientos de kilómetros congestionando todas las rutas radialmente hacia Buenos Aires. Los piqueteros habían dejado su labor para asistir también. La izquierda tenía su columna bien nutrida, y tomaba el premio como una reparación histórica del peronismo hacia ellos; realmente lo ansiaba y exigía. Hasta algunas personas se habían acercado en forma espontánea, cosa que hacía décadas no sucedía. Los rumores sobre infiltrados no se hicieron esperar y sobre la calle Bolivar un grupo llamaba la atención por sus anteojos estilo setentas y bigotes muy de la Federal. De todas formas quizás lo mas notable eran las columnas del agro, que se hacían notar por sus camisas Legacy. El panorama era diverso y el peligro latente.



El premio lo entregaría Cristina, elegantemente vestida para la ocasión. Desde el palco comenzó su discurso, mirando hacia un lado y hacia el otro, soñando que Sarkozy estaría mirandola por TV desde París. Siempre le había gustado Sarkozy y cada aparición mediática no perdía oportunidad de hacerselo saber. Era tan intrépido, tan audaz. Intentó de todas formas concentrarse en lo que decía, sobre lo que ella había denominado el pacto del bicentenario. Mientras tanto la plaza se iba colmando y el clima se enrarecía un poco. Al parecer el detonante fue cuando dijo algo sobre esos imberbes, no se sabe a ciencia cierta de qué hablaba, había ruido y la multitud apenas si podía escuchar. Pero se escuchó claramente la palabra imberbes, de eso no habían dudas. Primero fue el sector de montoneros que se puso un poco nervioso, mientras otras columnas les repetían de forma burlona "estúpidos imberbes, estúpidos imberbes", en especial la del agro y los que tenían bigotitos estilo policía federal. La reacción no se hizo esperar y la primera trompada devino en una verdadera batalla campal. Cuestión de minutos y mientras Cristina seguía hablando con su tono docente sobre la importancia de trabajar el caos era total desde la pirámide hasta el Cabildo. Y en medio de todo eso fue la gente de la agrupación Saúl Ubaldini quienes aprovecharon la situación y se hicieron de la estatuilla dorada de Perón arrebatándola de la Cajita en el mástil. Autoproclamándose ganadores, retiraron su columna por la Avenida de Mayo cantando la marcha peronista a todo pulmón.



Las imágenes recorrieron el mundo. Cristina se aseguró de que habían llegado también a París. Nunca se supo la cifra de muertos y heridos, si bien llevó tres días retirar los cuerpos aplastados e inertes. Un poco de depuración no está mal, pensó Cristina. En definitiva, eran estúpidos e imberbes. Agarró el teléfono y solicitó a su colaborador que organice una visita urgente a Francia. El pacto del bicentenario debía ser firmado en un país mas elegante.