martes, 29 de mayo de 2007

crónica de viaje de trabajo

Primero las vacas camino a Santa Rosa pastando al costado de la ruta camiones autos y cuatro por cuatros y yo siguiendo la raya blanca que no se salga el auto de donde tiene que estar entrando bien a una curva pisando el freno soltando el acelerador y seis horas y el ACA de la entrada a Santa Rosa y unos ñoquis bastante buenos en el restaurant.
En Santa Rosa está José Beyo, pero a veces uno lo confunde con Pedro Bello, aparte es bastante coqueto y se da la viaba como dice mi viejo y me recibió con un abrazo porque es buen tipo y dentro de todo hace las cosas bien y la zona anda bien y no hace falta ir muy seguido salvo por este señor Otiñano o algo así que como es abogado quería buscar la forma de ver algun vericueto o algo es instintivo de los abogados ser así y me hizo ir para reclamar por unos problemas pero quedó conforme con mis explicaciones.

Despues tres horas de ruta otra vez pero ahora de noche y la entrada a Bahía Blanca que es bastante triste y desolada, Bahía es una ciudad que no tiene una buena forma de recibir a quien arriba, menos aún de noche. Jugaba Olimpo y había desvíos y costó un poco más ubicar el centro y el Hotel Bahía en la calle Chiclana. En Bahía están los Montessiari, que son como los Benvenutto pero menos numerosos, como los Cubrepileta pero más reales. El yerno de Montessiari una vez se rompió los dientes cayendose porque cada tanto se desmaya y al día siguiente que se arregló los dientes cayó mareado sobre el videt y se los volvió a romper; es una historia muy triste. Con él tuve que viajar a Puerto Madryn medio por imposición, encima su novia o sea la hija de Montessiari se hizo pasar por mi secretaria y me cambió la habitación simple que había reservado a una doble enchufándome a este sujeto el de los dientes. Por suerte no se me mareó en el baño ni hubo que lamentar muelas caidas y la noche transcurrió con tranquilidad en el hotel Yanko de Madryn. Al día siguiente me deshice sutilmente de él para poder terminar tranquilo mi semana laboral en Puerto Pirámide.

"Y al séptimo día, descansé". Era el quinto día desde que había salido, en realidad, el 25 de mayo. Estaba ya en Puerto Pirámide, destino final del viaje. Ya la noche anterior estaba en pleno feriado con plena disposición de mi tiempo libre y conocí a gente de la Posada Pirámides, muy buena gente, estaba Gladis que tiene historias con orcas y cosas así y estaba Corina que tiene un aire a Nick Cave en los rasgos pero es linda cuando uno la oye hablar, y me invitaron a una fiesta patria en el salón de en frente y estuvo bueno porque había un señor Monteros que cantaba muy bien folklore y tocaba bien la guitarra. Despues llegó la cumbia y me fuí a dormir para descansar. Puerto Pirámides es un pueblo de cuatrocientos habitantes, de los cuales casi el cincuenta por ciento estaban presentes en la fiesta patria, incluído el subcomisario.

El día siguiente me lo tomé para recorrer un poco la península de Valdés. Es una gran estepa donde no hay nada más que guanacos y vegetación supongo estepárea con caminos de ripio que dan finalmente al mar a algunas puntas. En Punta Norte tuve el siguiente diálogo con la del puesto de control:
- Hola, buen día -dije yo, al sentirme la única persona en cien kilómetros a la redonda que se acercaba al lugar y por ello la obligación de saludar.
- Buen día - la señora ahí ya ponía cara de pocos amigos.
- No se puede pasar, no? -mi pregunta fue bastante estúpida, por cuanto había como un vallado que no deja bajar a la playa donde en temporada sabe haber animales pero ahora estaba todo medio vacío y claro, es área protegida.
- No, para hacer playa vaya a Puerto Pirámides.
- No no, no quiero hacer playa, quiero ver animales
- Pero si acá no hay nada- dijo, y ahí se terminó la conversación. A pesar del maltrato y de que tenía razón me quedé un rato observando el paisaje. Allá debajo del acantilado descansaban tres lobos marinos en estado vegetativo y eso era todo.

Al rato continué camino. Pasé por una pinguinera. Yo era el único observador. Pero no habían pinguinos, pasa que en mayo ya se fueron todos, no es época de pinguinaje.

Entonces seguí por el ripio hasta Punta Cantor y ahí me quedé un buen rato contemplando el mar hasta que ví una ballena así que busqué una moneda de un peso la puse en el largavistas automático del mirador y pude verla un poco mas de cerca mientras mostraba la cola hasta que se terminó el minuto del largavistas automático. Punta Cantor tiene más senderos y algunos carteles indicativos, y al estar un buen rato en el lugar me puse a hablar con Natalia la guardafaunas que me invitó con unos mates y con una banana porque le conté que no había almorzado. Buena gente Natalia, resulta que ella vive alla y duerme sola en esa soledad inmensa que es Punta Cantor. Se hizo de noche y me contó historias de fantasmas mientras oscurecía, historias verídicas creo yo, en esos lugares uno siempre cree. Yo le conté que una vez tenía una novia que veía fantasmas y que un día ella desapareció como un fantasma también y dejó mi alma en pena. Con Natalia nos hicimos amigos y me invitó a recolectar basura con ella ahí en la península.

El sábado estuve reunido con una arquitecta que vive en una casa rodante, después visité la vigilia a ver si aparecían ballenas pero no, lo que sí mucho viento y frío y emprendí el regreso. Otra vez la ruta y los pensamientos y los sueños y proyectos esbozados kilómetro a kilómetro. En Río Colorado me metí en un motel a pasar la noche. Y el domingo finalmente llegué a mi casa.

El viaje en estadísticas:
Saldo del viaje: netamente favorable
Noches fuera de mi casa: seis
Número de ballenas avistadas: una
Cantidad de buena gente que conocí: tres

cleg.