miércoles, 9 de julio de 2008

Futurologia Peronista 4 - 2045

Y para el 17 de Octubre de 2045 lograron finalmente lo impensado. La imagen del General Perón podía verse en el cielo, del tamaño del horizonte, radiante y en blanco y negro. Por los parlantes estratégicamente ubicados en postes de luz era audible desde cualquier rincón de la ciudad su discurso. Su cara se veía nítida, y sólo no la veían quienes bajaban la cabeza hasta mirar solamente las baldozas en las veredas. El sol había asistido a la cita puntualmente, y apenas había unas nubes rosadas que daban a la imagen un tono más humano. El centesimo aniversario del cuarenta y cinco honraba a las circunstancias. Y la imagen quedaría allí todos los días hasta la eternidad.



Fernandez contemplaba orgulloso el espectáculo, su propia creación; ahora su permanencia en la conducción de la CGT estaba asegurada. Y con ello cientos de hectáreas de campo que se le habían prometido como recompensa. No era nada fácil adquirir los campos, controlados por un sistema central, Abstrakta, que determinaba tanto los destinatarios como lo que debía sembrarse cada año, precios, y condiciones de exportación. Ahora Fernandez iba a pertenecer a esa elite, y le brillaban los ojos imaginando enormes campos sembrados con soja observados por la imagen del General en el cielo. Recordó a su abuelo y se emocionó, corrían tiempos de mucha sensibilidad. La distribución de la riqueza había llegado, y le había llegado a él, hijo de empleado público y nieto de empleado público.



Ahora quedaba una misión más para cumplir. Lograr la imagen del General Perón en el cielo era solo la primera de una serie de acciones secretas que tenían recompensas cada vez mayores, dictadas por el Poder Central Permanente Juan Domingo Perón y emitidas desde volantes que caían desde un zepellin que surcaba los cielos. El uso de aviones había quedado muy relegado desde que el aeropuerto de Ezeiza había sido cerrado y transformado en un Museo de la Memoria. El Zepellin asimismo era más impactante y cada vez que abría una pequeña ventana de la cual caían papeles, cientos de militantes esperaban ansiosos su oportunidad de pertenecer a la nueva burguesía peronista.



El último panfleto cayó esa misma tarde y era muy preciso. La agrupación rebelde Aluvión Zoológico debía ser eliminada totalmente. Fernandez conocía por sus influencias algunos movimientos de esa agrupación, que funcionaba desde algún lugar de los suburbios de la ciudad de Rosario y transmitia sus ideas a través de una internet secreta, aún no descifrada por las autoridades y fuera de la Intered Justicialista oficial. Como Fernandez, para cientos de militantes, en su mayoría empleados públicos o subsidiados, comenzaba una nueva quimera. Fernandez levantó la vista y sin poder controlar el llanto, comenzó a cantar la marcha peronista a todo volumen, cobijado por la gran pera argentina plena de vigencia y autenticidad. Más presente que nunca antes.