jueves, 5 de junio de 2008

Estadística curiosa de la bonaerense

El 45% de los hombres de ciudadanía boliviana alcoholizados provocan disturbios en la calle. Esta estadística apareció en la pantalla del programa Policías en acción el día 4 de junio 2008.

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lunes, 2 de junio de 2008

Desmemorias de Veitía - Primera parte

Veitía se dejó caer. Como una bolsa de residuos negra llena de cáscaras de manzana y fideos pegados, rebotó contra el piso de la manera mas tosca e insulsa. La caída no era desde una altura considerable, solo un metro desde un muro donde detrás había un césped elevado y con pendiente. Veitía venía rodando por el pasto y no opuso resistencia al llegar al borde. No previó que podía golpear su cabeza contra la baldoza de la vereda, pero eso fue lo que sucedió. El golpe fue seco y si bien no hizo mucho ruido, lo sintió fuerte en la nuca. Vió cinco estrellas sobrevolando sobre su frente, estrellas de cinco puntas. Y luego de un instante, se dió cuenta de que no recordaba nada de lo sucedido los últimos días.

El tiempo estaba apacible; cielo despejado, temperatura agradable. Unas pocas nubes bien blancas viajaban lentamente hacia el sur. Cuando Veitía se reincorporó, eso lo tranquilizó un poco por unos segundos. Pero pronto una sensación de ansiedad lo comenzó a invadir al advertir que no se acordaba nada de lo que había pasado los últimos siete días. Su último recuerdo era estar caminando con un ramo de flores a la casa de Depoulli el primer miércoles de junio. En su teléfono móvil consultó la fecha. Eran justo siete días.

Depoulli era esbelta y tenía los hombros un poco torcidos, es decir desparejos. Siempre que se ponía nerviosa su cuerpo tomaba otra forma, algo torpe y desincronizado. Pero sus labios rojos en contraste con la piel blanca, y el pelo rojizo tapando un poco los ojos que miraban muy por detrás seducían a Veitía a cada instante. Desde que la había conocido había quedado tonto por ella. Y no sabía disimularlo. Veitía no sabía de disimulos.

Y sin rumbo ni propósito alguno, mientras se tocaba la cabeza, Veitía empezó a caminar por la calle al borde de la acera a paso lento. Siete días faltaban. Ciento sesenta y ocho horas de su vida se habían perdido en alguna parte. Pero lo peor era la sospecha de que el tiempo no era lo único que le estaba faltando en ese momento.