lunes, 16 de julio de 2007

Guiso de lentitud

A veces un cuerpo va delante de su mente y su mente retrasa como un reloj averiado por el arena de una plaza de juegos, roto por el choque con una canilla en un lavado de manos, detenido en los años como la tapa de un disco de pink floyd. A veces solo retrasa segundos, y en esos segundos suceden muchas cosas importantes. Y la mente, que viene detrás del cuerpo, ya no llega a modificar el curso de las cosas y es un ay, es una maldición, es una angustia que se genera en la muñeca interna que lleva el reloj biológico. Difícil de sobrellevar para aquellos a quienes les pasa esto, entre los cuales yo me cuento.

En cuatro segundos pueden pasar varias cosas, imperceptibles en una primera mirada. Parece poco tiempo, pero no lo es. Basta mirar una aguja de un reloj durante ese lapso para darse cuenta de lo que estoy diciendo.

Cierta vez cronometré mi atraso mental en cuatro segundos. Las palabras ya habían sido expulsadas, torpemente. Las consecuencias no serían terribles. Los cuerpos celestes seguirían girando y girando sobre su eje. Los ejes seguirían girando sobre otros ejes. Pero otra vez el emisario del caos que llega a mi interior y se cuelga de una aguja de hueso y rie, y en sus dientes muestra la imagen de todo lo que pudo ser y no fue, de aquello que se perdió para siempre y fué a parar a la tierra de lo imposible a causa de ese desfasaje temporal.

No seguiré más. Es suficiente, y si no es comprensible se me deberá disculpar. No quiero entretenerme demasiado, estoy ocupado intentando arreglar mi reloj interno.